¿Me lees un cuento?

23/04/2018
  • Que les diga que leer mejora la vida no es exactamente una primicia. No obstante, me pareció la mejor excusa para este post y para celebrar junto a ustedes el Día del Libro. Sí, la lectura -y los libros- mejoran la vida... ¿O no están de acuerdo conmigo en que cada vez que navegamos entre las páginas de una buena historia, nos permitimos un momento de evasión y de recreación y nos acercamos un poquito a la felicidad? Leyendo, el autor nos lleva consigo de viaje, compartimos a su lado aventuras, experiencias y situaciones emocionales que nos conmueven, nos asustan, nos enamoran, nos alimentan el espíritu y nos ofrecen refugio. Y si eso nos ocurre a los adultos, ¿Cómo no va a pasarle lo mismo a l@s niñ@s?. Leer es un regalo estupendo para nuestros hij@s. Un regalo eterno y perdurable. 

    Les advierto que para escribir este post dediqué tiempo a revisar artículos, foros y blogs en los que hablaban de las múltiples bondades que (los expertos) atribuyen a la lectura para el buen desarrollo de lxs niñxs. Y es que me interesaba descubrir desde qué lugar la entendían. Encontré de todo. Desde los que hablaban de los beneficios en el aspecto meramente cognitivo (aquellos que contemplan la lectura como un proceso potenciador del lenguaje, que mejora la ortografía o el pensamiento abstracto y lógico, además de ampliar el vocabulario), a otros que ponían el énfasis en la lectura como mecanismo alternativo para el (siempre necesario) resguardo de la imaginación frente al riesgo que implica la hiper-exposición tecnológica. Pues ya se sabe, la tecnologización circunscribe el valor lúdico a las pulgadas que tenga la pantalla.

    Ya me conocen, no utilizaré este post para repetirme. Aunque me parecen aportaciones muy útiles al asunto que nos concierne, también considero que solapan el quit de la cuestión, de modo que, siendo fiel a mi estilo, el post de hoy pretende ser, sobre todo, una ventana para mirar el tema desde otra perspectiva. 

  • ¿Qué si es bueno leer? ¡Pues claro! Y se los dice una que, entre otras cosas, desde siempre ha entendido los libros en la infancia como un objeto de juego más. Los libros deberían ser indispensables e indisolubles de la vida infantil. Claro que es buenísimo leer, pero (y aquí el matiz) es bueno en tanto y en cuanto nos sea divertido, o lo que es lo mismo, es bueno leer si nos produce disfrute.  Yo no es que sea muy objetiva en estos menesteres, porque claro, fan como soy de los álbumes ilustrados y de la narrativa en general, no les vendría aquí a decir otra cosa. Soy defensora de la lectura en los niñ@s pero hay aún más, soy una defensora de la lectura con los niñ@s.

    Bienvenido amig@ lector al punto fundamental de mi planteamiento: El espacio vincular que podemos llegar a crear leyendo junt@s o lo que es lo mismo, la lectura entendida como un espacio común que luego se hará íntimo. Interno. Un lugar en el que las palabras y las imágenes, además de ofrecernos un instante de placer y recreación (¡ahhhh sí!  y de aprendizaje de vocabulario), nos regalará la oportunidad maravillosa y única de crear y fortalecer el vínculo afectivo con nuestr@s hij@s.

    Leer tiene que ser un acto convencido. Nunca he escuchado a una madre o padre decir "da igual si sólo se alimenta de chuches, lo importante es que se meta algo en el estómago" y sin embargo (y con más frecuencia de la que me gustaría) les escucho sentenciar orgullosos  "da igual lo que lea mientras coja un libro".  Como si el acto de leer se entendiese como un acto mecánico, de obligado cumplimiento, sin mayor trascendencia que el acto en sí mismo. Como si el criterio estético, narrativo, de fondo y de forma, perdiera toda validez frente a la urgencia de ver al niñ@ -y que le vean- con un libro entre las manos.

  • Siempre me he preguntado en esas circunstancias cómo, si cuidamos tanto lo que les alimenta, lo que les viste o con lo que juegan, puede parecernos baladí lo que leen. Es que acaso ¿no creemos que cuidar lo que lee merece también nuestra atención y mimo? No todos los libros tienen que ser para "aprender", no soy de las que defiende que todos los cuentos SIEMPRE tengan que tener una moraleja o una lección. Mi pre-ocupación pasa por entender y hacer entender al libro como un objeto magnífico y completo: Un libro es el papel en el que se imprime, son las ilustraciones que acompañan el texto, es la tipografía que utiliza, es el olor de sus hojas, la textura de sus páginas; es una historia bien escrita y estructurada, es una edición cuidada... ¡Un libro es todo eso! Y si no somos capaces de apreciarlo y amarlo, difícilmente seremos capaces de transmitir a nuestros retoños el amor a la lectura...

    En nuestra familia, leer es una experiencia placentera para los sentidos. Hay niñxs, primeros lectores, para los que ese disfrute puede ser espontáneo y en soledad, pero también es frecuente encontrarnos con niñxs a los que la lectura supone un desafío: a ellxs seguro les ayudaría mucho que el tiempo de lectura fuese asociado y vivido como un momento grato, de encuentro. Un lugar en el que perciben la cercanía con sus padres, la confirmación de un momento especial, dedicado con amor y con el deseo de compartir algo placentero para ellxs. Es más probable que a unx niñx le guste leer si ve a sus padres leyendo, es obvio, pero no porque lo entienden como un hábito. Un hábito es asearse, sino porque lxs niñxs percibirán que leer es un acto que sus padres disfrutan y comparten. Leer, como un lugar de encuentro.

  • Me preocupa cómo en muchos foros (probablemente con la mejor intención)  la "obligación" de leer se convierte más en una exigencia social que culpabiliza a muchos padres y madres, en lugar de lograr el objetivo loable de encender en lxs niñxs un  interés verdadero por las historias escritas -sirva esta reflexión para decir que no hay que angustiarnos si nuestrxs hijxs parecieran no engancharse a los libros, porque la verdad es que no a todos les atraen las mismas cosas-.  A mí no me gusta jugar ajedrez y no creo que eso ponga en tela de juicio mi valía o capacidades (aunque confieso que sería bastante más metódica y probablemente con más destrezas matemáticas si lo hubiera hecho), a lo que voy es que, como padres, podemos hacer mucho para ayudarles a descubrir el mundo literario: esto es, creando espacio de lectura ¿Cómo? me dirán ustedes, pues aquí les dejo unos tips:

    • Leyéndoles nosotros
    • Llevándoles a las librerías y dejándoles curiosear libremente entre las alternativas que les ofrezca el librero (son unos profesionales maravillosos, así que aprovéchenlos y déjense aconsejar). 
    • Dejando en casa y a su alcance libr@s adecuados a su edad.
    • Evitando que leer se vincule estrictamente al tiempo escolar - académico y aparezca en momentos de ocio y disfrute familiar. 

    De corazón, madres y padres que me siguen ¡no os agobiéis más!. Son tantas las exigencias de lo que debemos hacer que perdemos de vista el objetivo fundamental: El para qué lo hacemos. Venga, paremos un momento para recordarlo: Leemos un libro ¡Para disfrutarlo!
  • La lectura es un valor pero sólo será un valor preciado si quien lee encuentra en este acto un momento de entrega, de gusto ¡y de felicidad!. Un buen libro es un excelente compañero, es un vehículo único para dejarse llevar y vivir otras vidas; un instante de ensoñación que nos traslada a lugares fantásticos; un viaje evocador y emocional que nunca nos deja indiferentes. Si pensamos eso de los libros, si compartimos esa experiencia y esa sensación en un encuentro sereno y divertido con nuestros peques, si les damos la oportunidad de elegir la historia, si ofrecemos alternativas narrativas diferentes, si les acercamos con la convicción de que será un momento de disfrute común y apaciguador... Si, en resumen, convertimos la lectura en un momento de encuentro, seguro que habremos contribuido en alguna medida a que nuestrxs pequeñxs vean en ese objeto mágico lleno de letras y colores, un mundo cálido, amigable y entrañable. Como los brazos de mamá y papá...

    Feliz lectura y ¡feliz día del libro!

Jugando aprendo


Doctora en Psicología por la UAM. Madre de dos hijos y una enamorada del juego. Ha dedicado más de 20 años al tema de la infancia y al estudio del vínculo entre juego y desarrollo emocional y cognitivo. Colaboradora en el Blog Papel Picado con la columna Alfareros de Papel.

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